Ecuador
El "turismo de tiburones" gana cada vez más seguidores en playas de Brasil donde turistas no huyen sino que buscan a los temibles animales
Los ataques de tiburones en las playas urbanas de Recife, Boa Viagem, Piedade y Candeias, en Brasil, se repiten con cierta frecuencia desde hace 30 años. Y sin embargo, de nada valen las advertencias y prohibiciones de las autoridades porque el número de turistas curiosos aumenta cada vez más.
Este frenesí de los visitantes podría llamarse “turismo de tiburones”. La agente de viajes Verónica Veve dice que "existe ahora un pedido en casi todas las excursiones y paseos turísticos para pasar por la ‘playa de los tiburones".
Efe reseña que la mayoría de los ataques, incluidos los dos últimos de julio pasado, ocurrieron en las proximidades de la iglesia del barrio Piedade. Es una capilla carmelita prácticamente construida a la orilla del mar en el municipio de Jaboatao dos Guararapes, en la región metropolitana de Recife y próxima al aeropuerto internacional.
Desde 1992 los ataques de los escualos comenzaron a ser registrados en secuencia, pero el primero del que se tienen registros oficiales ocurrió casi cinco décadas antes, en 1947. Un joven fraile que residía en la iglesia decidió en su día de descanso tomar baño en el mar y fue mordido mortalmente por un tiburón.
Los nuevos turistas peregrinan hasta la playa "para saber dónde fue (el ataque)", refiere a EFE el comerciante de bebidas y bocadillos en la playa de Piedade, Guilherme Augusto. A pesar del "miedo" de aproximarse a la playa, turistas como Thais Leao, proveniente del amazónico estado de Pará, no dejan de "arriesgarse" para tomarse fotos a la orilla del mar justo en el mismo punto en el que ocurrieron los dos últimos ataques. Diversos estudios apuntan a que el hábitat natural de los tiburones fue afectado con la ampliación del puerto, actualmente el principal del estado de Pernambuco y uno de los mayores del país. Los animales comenzaron a buscar las playas de la vecina Recife para alimentarse y, en el caso de las hembras, desovar.
Salvavidas, guardas metropolitanos, bomberos, socorristas y policías se relevan la vigilancia del lugar. Pero nada detiene a los curiosos visitantes. Taxis, automóviles de transporte por aplicación móvil, microbuses y buses de turismo realizan constantemente paradas frente a la turística iglesia en la que los visitantes, además del registro fotográfico frente a la edificación religiosa, no pierden la oportunidad para retratarse con los avisos de peligro. (I) Lea también:
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