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Aires de gloria en Guayaquil: Barcelona es semifinalista de la Copa Libertadores

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JOSHUA CABRERA
Estudiante de Periodismo de la Universidad Ecotec
Especial para Diario Qué!
Era un día distinto. El pasado jueves Guayaquil amanecía expectante de lo que ocurriera con uno de sus mayores símbolos de representatividad. Y es que Barcelona se encontraba a las puertas de volverse a meter entre los 4 mejores equipos del continente. Por la mañana eran miles los hinchas que optaban por salir a caminar para bajar la tensión que provocan este tipo de partidos. Las camisetas amarillas desde muy temprano comenzaban a pintar la ciudad.
Las conversaciones con amigos y familiares no tenían otro tema sino del partido, el típico “¿Cómo salimos hoy?, ¿Clasificamos?”. La ansiedad se apoderaba cada vez más del ambiente y no podía esperar la hora de estar en camino al Monumental. Lamentablemente el Coloso del Salado estaría una vez más sin público.
Presagio de victoria
El reloj seguía corriendo y la tarde guayaquileña comenzaba a acelerar el paso. Llegaba la hora de partir al estadio y en el peregrinaje que implica ir a la cancha para todo futbolero, se  apareció una de las máximas leyendas del cuadro canario: Rubén Darío Insúa. El ‘poeta’ se encontraba en la ciudad y como todo creyente de que siempre hay señales que van marcando el camino, Insúa (exfutbolista y técnico del Barcelona subcampeón de América 1998) simbolizó ese presagio de triunfo.
El argentino sigue siendo ícono de la mística de ese Barcelona copero de los años 90 y la sensación era de que todo estaba guionado para que esa noche fuera como una de aquellas tantas que aún quedan en la retina del pueblo amarillo.
La popular avenida Barcelona, que en días como estos solía estar  colmada de gente, lucía apenas colorida. La pandemia mantiene todavía levantada la tarjeta roja a las hinchadas sudamericanas.
Apenas unos cuantos fanáticos se apostaron en la tradicional tiendita del ingreso al estadio tomando alguna que otra cerveza para contrarrestar los efectos de la calurosa tarde. A pesar de la no presencia de público, la hinchada de Barcelona se buscó las formas para que los jugadores sientan que existe el respaldo incondicional, y las tradicionales pancartas de las distintas agrupaciones de hinchas adornaban las tribunas del hermoso escenario.
Las letras y mensajes reemplazaban los ensordecedores cánticos que un día también acompañaron a los canarios a sitios estelares en copa.
El tiempo de espera  parecía ser eterno. Algunos aprovechaban para poder observar el partido que se jugaba en la Copa Sudamericana entre Liga de Quito y Atlético Paranaense. El olor a cigarrillo se apoderaba de los pasillos.  Las transmisiones para los distintos medios de comunicación comenzaban, los micrófonos se encendían, las cámaras se alistaban para mostrar los mejores planos y las gargantas de los narradores se afinaban. Los equipos salieron a calentar y solamente se escuchaba el tímido aplauso de unos pocos invitados que se encontraban en un palco.
Los equipos, a la cancha
Eran ya las 19:30 y la ciudad se encontraba paralizada. El habitual ritmo frenético de Guayaquil se detenía por unas horas y todas las miradas estaban puestas en lo que podía hacer el equipo de Fabián Bustos.
Barcelona y Fluminense hicieron su aparición en el gramado  y atrás de la general sur unos pocos, pero apasionados hinchas pusieron algo de ruido y color a la noche lanzando juegos pirotécnicos.
Los parlantes del estadio se encendieron y comenzaron a sonar canciones grabadas de la barra Sur Oscura.
El árbitro uruguayo Daniel Ostojich daba el pitazo inicial y llegaba el momento de la verdad. Los primeros minutos fueron parejos, pero de a poco Fluminense se comenzó a adueñar de las acciones de mayor peligro. El Barcelona de partidos anteriores parecía haberse quedado en camerinos y las atajadas de Burrai eran cada vez más importantes. El primer tiempo llegaba a su fin y el respiro de alivio de los pocos presentes en el estadio se sentía en el aire.
De vuelta a los asientos con los equipos desplegados en la cancha y prestos para iniciar el
tiempo, el clima del Monumental estaba cada vez más tenso porque el gol de la tranquilidad no llegaba.
Tuvieron que transcurrir 27 minutos de la etapa final para que el uruguayo Mastriani baje con calidad un balón y defina como un ‘killer’ del área, provocando el grito desaforado de los presentes y por supuesto de medio país. A partir de ahí las tensiones y fantasmas de cualquier recuerdo negativo desaparecieron. Si bien faltaban cerca de 23 minutos la historia estaba encaminada.
Sobre el final del partido, periodistas, trabajadores del club, dirigentes e invitados perdieron la noción del tiempo y solo se esperaba el silbatazo final, cuando de la nada apareció un llamado de VAR hacia el juez central.
Se trataba de hacer memoria de qué podía haber ocurrido, pero fue una jugada tan rápida que en el estadio nadie se percató: penal para fluminense que Fred se encargaría de transformarlo en gol brasileño. A esa altura importaba muy poco, el pase estaba en el bolsillo. El ‘Loco’ Cortez movía el balón del medio y el juez daba por finalizado el cotejo.
Clasificados a semifinal
Entonces se escucharon gritos de desahogo y alegría, Barcelona estaba haciendo historia pura: era el único equipo no brasileño que se encontraba entre los 4 mejores del continente. El Monumental estaba vacío, pero medio Ecuador rebosaba de felicidad. Barriadas enteras que proyectaron el partido en paredes mal pintadas, miles de camisetas amarillas saltando en restaurantes y millones más vibrando en sus hogares. El Ídolo volvía a estar entre los grandes y su hinchada lo acompañaba a la distancia.
Los jugadores comenzaron a salir de a poco del vestuario y paraban para firmar autógrafos y tomarse fotografías con las pocas personas que pudieron acceder al escenario.
En la bajada del parqueadero se agolparon unos cuantos hinchas festejando y vitoreando la clasificación a semifinales del club de sus amores. Mientras los jugadores pasaban en sus vehículos y acompañaban con bocinazos, se escuchaba el clamor popular: “esta tiene que ser”, “es ahora”; la ilusión por la Copa Libertadores está a flor de piel.  El camino que resta es complicado, pero la silueta del trofeo continental más deseado está rondando la ciudad y esta quiere vestirse de gloria.

(D)

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