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Centenarias torres funerarias sobreviven en Bolivia envueltas de mitos y leyendas

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CÓNDOR AMAYA/AFP Una hilera de ocho chullpas, unas torres funerarias preincaicas construidas con una técnica única en el mundo, sobreviven al paso de los siglos envueltos de mitos y leyendas en un cerro en el poblado de Cóndor Amaya, en los Andes de Bolivia. Publicidad Las chullpas son cuadrangulares, de colores rojizos o café, como […]

Foto: AFP
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CÓNDOR AMAYA/AFP

Una hilera de ocho chullpas, unas torres funerarias preincaicas construidas con una técnica única en el mundo, sobreviven al paso de los siglos envueltos de mitos y leyendas en un cerro en el poblado de Cóndor Amaya, en los Andes de Bolivia.

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Las chullpas son cuadrangulares, de colores rojizos o café, como la tierra del lugar, situadas en medio de cerros y pampas en el altiplano boliviano, resistentes al sol abrasador y al viento helado.

"Hay (torres funerarias) de dos periodos (culturales), de los Señoríos Aymaras (preincaico) y otro del Inca-pacajes, en un intento de conjugar o intercambiar formas de la cultura inca", dice a la AFP el especialista en conservación Guido Mamani.

Las estructuras más antiguas de Cóndor Amaya (o cóndor muerto en idioma aymara) datan de "entre los años 1400 y 1500 d.C.", según la arqueóloga del lugar, la griega Irene Delaveris.

La costumbre de hacer chullpas nació por el siglo X y XI d.C., por parte de los denominados Señoríos Aymaras, tras el desplome de la cultura Tiwanaku, y la práctica se extendió al periodo incaico y hasta entrada la colonia española.

Estas construcciones se usaban para el sepelio de gente pudiente, de la realeza, de autoridades religiosas o militares. Son edificaciones de tierra y paja y en menor cantidad de piedra. Tienen una altura de 2 a 8 metros y de 2 a 4 de ancho y todas con una pequeña puerta de ingreso.

Cóndor Amaya es un poblado de unas 40 familias y está a unos 130 km al suroeste de La Paz, donde el Ministerio de Cultura y con la ayuda del gobierno de Suiza han "intervenido" o restaurado 11 torres funerarias, entre ellas las ocho que se encuentran casi una a lado de la otra.

Por toda la zona del poblado hay un total de 39, algunas derruidas por los implacables rigores del tiempo y el clima, el único rastro de culturas pasadas.

No se conoce con precisión cuántos chullpares hay en toda la región andina de Bolivia. Sólo en el departamento de La Paz hay unas 300, según un cálculo del Ministerio de Cultura de junio de 2018.

En territorio peruano también existen similares construcciones, algunas circulares.

Ingeniería única

"Para mí es una expresión de ingeniería única a nivel mundial, porque estas construcciones no se han construido en ninguna otra parte del mundo con esta técnica", señala deslumbrada Delaveris.

Las paredes de las chullpas evidencian "una mezcla de paja entera (abundante en el lugar) con el barro" y que, por lo tanto, "genera un tejido como de los textiles", explica la arqueóloga

Pero además se ha establecido que "hay un compuesto orgánico que no se ha identificado todavía, pero que puede ser el colágeno de los huesos de las llamas (auquénidos andinos) o alguna planta local que le ha dado una dureza que ha permitido la preservación por siglos".

Mitos y leyendas

Todas las puertas de ingreso de las chullpas de Cóndor Amaya están hacia el este, por donde sale el sol. Ello ha originado que surjan leyendas y mitos sobre maleficios del astro rey. Otras explicaciones racionales indican que el único fin era evitar los efectos del viento y la lluvia procedentes del oeste.

Severina Flores, hábil tejedora de lana y criadora de ovejas del lugar, recuerda que cuando era niña las torres funerarias causaban temor.

"Antes, nunca nos acercábamos cuando era ‘wawa’ (niña), porque cuando nos acercábamos nos enfermábamos, pero después hemos comenzado a acercarnos, poco a poco", dice a la AFP la mujer de 29 años y madre de cuatro hijos.

Por el lugar circula la versión de un vecino, don Estanislao Colque, quien dice que las torres preincaicas "vivían con la luna" y "caminaban por la tierra" hace mucho tiempo.

Entre los castigos mitológicos, cuenta don Estanislao, la tierra cambió de posición y el sol dejó de salir por el oeste y nació en algún tiempo por el este, "quemando" a las chullpas que tenían su dirección en sentido contrario.

"Es un mito, pero valioso, porque la mitología es también parte del patrimonio", agrega Delaveris. (I)

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