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Mujeres nigerianas luchan por criar a sus hijos nacidos de violaciones en Libia

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Benin City/AFP Joy apenas tenía 18 años cuando dio a luz en un apartamento de Trípoli, sin ayuda ni médicos, apretando la mano de su mejor amiga, con quien había emprendido la peligrosa travesía de Nigeria hacia Europa. Publicidad El padre biológico del niño era un guardia libio del centro de retención en el que […]

Foto referencial de una mujer libia sosteniendo a su bebé en un centro de formación profesional en la ciudad de Benin el 27 de junio de 2019. Foto: AFP
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Benin City/AFP

Joy apenas tenía 18 años cuando dio a luz en un apartamento de Trípoli, sin ayuda ni médicos, apretando la mano de su mejor amiga, con quien había emprendido la peligrosa travesía de Nigeria hacia Europa.

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El padre biológico del niño era un guardia libio del centro de retención en el que estaba encerrada. Cuando le propuso que se fuera a vivir con él, ella no supo decir que no.

Joy (nombre ficticio) se convirtió en su esclava y, durante un año, no pudo salir.

Al quedar embarazada, él intentó por todos los medios enviarla en barco a Italia, pero tras varios intentos infructuosos, amenazó con matarla a ella y a su hija.

"Dicen que somos negras y que no somos musulmanas, que no tenemos derecho a tener sus hijos", cuenta la joven, actualmente de 19 años.

Joy logró finalmente huir y esconderse en casa de su amiga. Nunca había visto a un obstetra y le daba miedo ir al hospital y que secuestraran a su hija. "Hay muchas historias así".

Ahí pueden golpearte, maltratarte, violarte o incluso matarte", explica desde la guardería de un centro de formación de la ciudad nigeriana de Benin City (sur), donde vive ahora.

– Piel clara –

Joy regresó a Nigeria el año pasado con su hija, entonces de dos meses, gracias a un programa de retorno voluntario de migrantes establecido por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).

Gracias a ese plan, más de 14.000 nigerianos, 35% de ellos mujeres, regresaron de Libia desde 2017. Sin embargo, no hay estadísticas oficiales sobre la cantidad de niños, "para protegerlos", según este organismo de Naciones Unidas.

La OIM calcula que en Libia aún hay 60.000 nigerianos y 600.000 migrantes de 39 nacionalidades diferentes, la mayoría de ellos en centros de retención, cárceles, prostíbulos o en centros clandestinos gestionados por mafias o milicias.

Joy vive ahora en un centro de reintegración y su hija, con año y medio, es la estrella de la guardería. El color claro de su piel le hace destacar entre el resto de niños.

"Le digo a la gente que es hija de un blanco", confiesa Joy.

– "Niños árabes" –

Por lo general, los hijos de los migrantes nacidos de padre libio son asesinados o robados a sus madres, o estas no regresan nunca.

La gran mayoría de niños nacidos en Libia que llegan a Nigeria, son negros, fruto de violaciones cometidas por otros africanos –traficantes de personas o clientes de los prostíbulos en los que encierran a las migrantes–, según cuentan estas y las asociaciones que trabajan con ellas.

No obstante, en Nigeria los llaman "los niños árabes", porque fueron concebidos en Libia.

"Algunas familias dirán: ‘A estos pequeños árabes no los quiero en mi casa'", cuenta Jennifer Ero, coordinadora nacional de la Red de Protección de la Infancia, una asociación nigeriana.

"Cuando ellas se van es para ayudar a su familia. Pero regresan, sin ni siquiera haber llegado a Europa, con deudas acumuladas para pagar su viaje y, además, una nueva boca que alimentar", explica.

Ero, quien también realiza el acompañamiento psicológico en su centro de protección para madres jóvenes, asegura que todas las mamás que regresaron de Libia habían querido abortar, pero que no tuvieron la oportunidad o los medios. Algunas se muestran especialmente agresivas con sus bebés.

– En alerta permanente –

Justice, muy pequeño para su año y medio de edad, está siempre en alerta y en cuanto ve a su madre llorar, corre junto a ella.

Faith (nombre ficticio) tenía 19 cuando quedó embarazada en lo que ella llama el "gueto", unas edificaciones de Al Qatrun, en el desierto del sur de Libia, en las que se apiñan los migrantes.

"Los traficantes nos mantenían ahí hasta que nuestras familias pagaran el rescate", cuenta Faith. "Torturan a los hombres, los cuelgan en cruces como a Jesús, los queman. Y con las chicas se acuestan todo el tiempo".
Ella pasó días sin comer, en varias ocasiones. "Estaba embarazada y el hambre me devoraba por dentro", recuerda entre lágrimas.

Al final, fue vendida como esclava sexual. "Me quedé en la casa de un hombre y abusó de mí hasta el último día de mi embarazo", continúa Faith mientras el pequeño Justice se muestra preocupado junto a ella. "Si me negaba, no me daba comida, no me llevaba al hospital y me golpeaba".

Faith aún no encontró trabajo en Nigeria y tiene dificultades para reconstruir su vida en un país en el que la inmensa mayoría de la población vive bajo el umbral de la pobreza.

"Pero me digo que mientras mi hijo y yo estemos vivos, hay esperanza", reconoce. (I)

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