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Picalquí vivió festejos por santos Pedro y Pablo

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PICALQUÍ / Cristóbal Peñafiel Es mediodía en Picalquí, un hermoso pueblo del cantón Pedro Moncayo, y el sol quema. El fuerte viento levanta una intensa polvareda en la calle principal pero aquello no es problema para sus habitantes. Publicidad Grupos de familias siguen llegando a la casa de Andrés Imba, quien los recibe con alegría. […]

Varias familias se unieron en la comunidad de Picalquí para crear una comparsa en honor a los patronos. Foto: Alfredo Cárdenas
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PICALQUÍ / Cristóbal Peñafiel

Es mediodía en Picalquí, un hermoso pueblo del cantón Pedro Moncayo, y el sol quema. El fuerte viento levanta una intensa polvareda en la calle principal pero aquello no es problema para sus habitantes.

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Grupos de familias siguen llegando a la casa de Andrés Imba, quien los recibe con alegría. Se reencuentran parientes, amigos e invitados por un motivo: danzar en la fiesta de san Pedro y san Pablo.

“Es nuestra tradición festejar a san Pedro y san Pablo aquí, en nuestra comunidad, y lo hacemos en julio”, dice Segundo Imba, ñaño del dueño de casa.

Y viene la comida. Ponen a un lado las guitarras y los rondines, se acomodan en una pequeña sala. Unos están vestidos con los trajes de la danza. Las señoras de la comunidad reparten una colada de maíz preparada para la ocasión y complementada con papas y carne de chancho.

Se hace tarde y se apuran vistiéndose con sus trajes. Las mujeres llevan alpargatas, vistosas faldas, blusas bordadas, collares, trenzas y sombreros. Los hombres, zamarros, camisas blancas con bordados, chompas de cuero y sombreros. Los diablumas, una máscara de tela con dos caras.

Suenan las guitarras y arranca el baile. Se mueven formando círculos. En minutos todos se han unido, hombres, mujeres, adolescentes y niños. Destaca Elián Cruz, de 3 años, quien le insistió a su mamá para que le comprara un traje de Diablo Huma.

“No tiene miedo a los disfrazados, es feliz bailando”, dice Paulina Changoluisa, su mamá.

Cerca de que caiga la noche, los danzantes buscan el centro del cantón, que tiene una calle muy larga que sirve como escenario para los grupos.

Esta fiesta de la comunidad se cumple desde hace 14 años y se la organiza con antelación. “Recordamos la tradición que nos dejaron nuestros padres”, dice Santiago Changoluisa, quien tiene ya 60 años. (I)

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