Cometas artesanales aún alzan vuelo en el Itchimbía y el Panecillo

Miguel Erazo, un quiteño de 65 años, recuerda con nostalgia que hace unas tres décadas el cielo capitalino era distinguido por llenarse de coloridas cometas durante el verano.

“Así como en el extranjero se ven los globos aerostáticos, así era Quito con las cometas”, hace la comparación. Afirma que la tradición se ha perdido casi por completo y para evitarlo, cada verano acude al Itchimbía y al Panecillo para comercializar cometas artesanales fabricadas por él mismo.

Ya son 5 años en los que cada fin de semana de julio y agosto sorprende a los visitantes de esos sitios con esos coloridos octágonos que llegan casi hasta la Basílica.

Dice que hacer la cometa tiene su técnica, pero que al menos los adultos mayores sí se la saben. Utiliza sigses gruesos de 70 centímetros de largo para armar el esqueleto, luego los forra, y finalmente el secreto está en el compás que se realiza con el hilo, como si fuese un nudo de corbata.

La cola larga también es un detalle que no hay que olvidar, pues esta permite que la cometa permanezca estable entre los fuertes vientos a 50 metros de altura.

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Erazo reconoce que en los últimos años esta actividad se ha retomado por iniciativa pública, pero aún falta más apoyo. Opina que debería ser un atractivo turístico propio de la ciudad.

“Los trompos, las cometas, las bolas, son tradiciones que han habido toda la vida, pero últimamente se están perdiendo estos juegos tradicionales por la tecnología”, opina mientras alza en vuelo una de sus fantásticas creaciones. (I)