Ecuador
Supervivientes de genocidio en Ruanda: "Les suplicamos que nos dejaran vivir"
Bruselas – AFP
Régine y Emmanuel, de 16 y 11 años, fingen estar muertos, inmóviles bajo los cadáveres de sus allegados ejecutados sumariamente en Ruanda, unos minutos aterradores que recuerdan 25 años después durante un proceso en Bruselas contra un presunto genocida.
Es el sábado, 9 de abril de 1994. Tres días antes, el presidente hutu Juvénal Habyarimana había sido asesinado, hecho considerado como el detonante del genocidio de Ruanda que, según la ONU, costó la vida a 800.000 personas, en su mayoría de la minoría tutsi. Régine Bategure y su hermano Emmanuel Nkaka, primeros testigos directos en comparecer en este proceso, viven entonces en casa de su tío Isaïe, de etnia tutsi, junto a su mujer belga Claire y la hija de ambos Katia. La víspera, las Interahamwe, milicias hutu responsables de la mayoría de masacres, habían saqueado la casa, recuerda ante el tribunal Régine, de 41 años. "Cuando volvamos, os mataremos", les advirtieron.
La familia decidió abandonar urgentemente su barrio de Kigali para refugiarse en la misión de Naciones Unidas, la Minuar, junto a sus vecinos. Cargan el coche, suben a bordo, pero ya es demasiado tarde. "Ya están allí…". Frente a ellos, explica la mujer, una camioneta con milicianos y militares. Y un allegado del acusado hutu Fabien Neretsé, un ex alto funcionario ruandés, que a sus 71 años comparece actualmente en Bélgica por 13 asesinatos.
"Nos sacaron del vehículo, nos echaron a la calle", rememora Régine. "Tiraron nuestras pertenencias por el suelo".
"Y empezaron a insultarnos y a golpearnos con barras de hierro", agrega. "Formamos varias filas. Claire, Isaïe y Katia estaban en la fila de delante y yo en la segunda", describe Régine.
"Sin piedad"
"Les suplicamos que nos dejaran vivir", agrega su hermano Emmanuel, un informático de 37 años.
"No, no vamos a perdonaros", responde un militar. Dispara. Claire, su tía belga, cae. "¡Sin piedad para las cucarachas!". Régine continúa: "Yo me acosté por el suelo. Empezaron a disparar contra todo el mundo".
Los milicianos examinan a continuación los cadáveres para rematar el trabajo. "¡Este señor todavía respira!". ¡Pum! Habrá 10 muertos.
A continuación se marchan, dejando paso al silencio. Un silueta se eleva entre los cadáveres, es Régine, que empieza a correr.
Un niño la sigue. Su hermano Emmanuel. Él también ha sobrevivido. Ambos menores, aterrados, llaman a la puerta de una casa cercana. Sin respuesta. Pasan la noche en un baño en el exterior.
Al día siguiente, Régine ve al acusado en el domicilio de ella, acompañado de milicianos. Los buscan. "Cuando los vi, dije a Emmanuel que íbamos a intentar llamar de nuevo a la puerta de esta casa". Esta vez, entran al que será su escondite durante dos meses.
Se enterarán que, fuera, el olor de los cadáveres molesta a los habitantes, que se cavó "un agujero" en el jardín de la masacre.
Hoy en día, Régine, enfermera, "no habla casi nunca" de estos acontecimientos. Y mucho menos con su hermano. "Intento sobre todo olvidar", asegura Emmanuel. "No recuerdo haber hablado tanto de ello".
El acusado permanece, por su parte, impasible. El juicio, el quinto en Bélgica relacionado con el genocidio en su ex colonia, debe terminar a mediados de diciembre. (I)
A continuación, trasladan a sus víctimas, una decena de personas, a la parte trasera de una casa cercana.
"Mi prima Katia cayó encima de mí" durante los disparos, explica este último. "Como había mucha sangre, creo que pensaron que estaba muerto".
Considerado como un "señor local" en su región, según la acusación, Fabien Neretsé, que se enfrenta a la cadena perpetua por crímenes de "genocidio", se dice inocente.