Prisilla Jácome, Buenos Aires - Especial para Diario Qué!
‘Audioslave’ ensordece de fondo. El sonido de la guitarra eléctrica no deja pensar. “Go on and save yourself, And take it out on me (Sigue y sálvate, Descárgate en mí)” se repite con violento frenesí en una sala gris de cuatro paredes desgastadas donde una pareja está encerrada a voluntad. Se dejan envolver por el volumen alto.
Permiten que el hard rock los posea y los desprenda de su realidad. Forrados de pies a cabeza, con mameluco, guantes y viseras de protección, Emanuel y Micaela dejan la compostura y rompen todo en el Cuarto de la Ira.
Desde el exterior de la sala blindada en la que se encuentran, es posible escuchar cómo lanzan recipientes de vidrio contra la pared, cómo golpean repetidamente una bolsa de box y cómo reducen a trizas lo que hace diez años fue un televisor de última generación.
Treinta minutos les tomó destruir las 25 botellas y la pantalla por la que habían pagado. A diferencia de lo que podría esperarse producto de la violencia que se intuía, dos amplias sonrisas se asoman al abrir la puerta de la sala. “Esto es espectacular, estoy como nuevo. Prefiero esto antes que el yoga”, dice Emanuel riendo.
El servicio de destrucción lo ofrece The Break Club, un negocio en Buenos Aires -y el único en latinoamérica- que se dedica a vender la experiencia de romper sin remordimiento, con protección e intención. “Cada uno le da el énfasis que quiere, puedes venir a romper para sacarte la bronca, el enojo o para divertirse y pasarla genial. Aquí no te sientes mal como cuando se rompe una tasa en tu casa, aquí vienes a disfrutar, a divertirte”, asegura Rodrigo Cipolla, socio del negocio que está asentado en el barrio de Belgrano, norte de la ciudad, y que nació hace 9 años.
La ira como mercado
La idea de crear un espacio para romper salió de Guido Dodero, un publicista argentino que vio en la constante ira de sus compatriotas un nicho de mercado. Casi una década después de poner a prueba su propuesta, la agenda llena de reservaciones durante todo el mes le da la confirmación de su acierto.
Cipolla cree que esto se debe a la versatilidad del público objetivo al que se apunta y la naturaleza del negocio. “La experiencia funciona muy bien con amigos, con pareja, con citas o para una persona sola que quiere venir a tener un momento de reflexión, de terapia, de catarsis.
Hay mucha gente que viene a tener una experiencia diferente, a conocer lugares distintos de Buenos Aires porque ahora las personas quieren vivir experiencias y la verdad es que siempre se van encantados de esta idea”, señala su socio.
Motivo pandémico
El estrés cotidiano es el motivo que más se repite entre los testimonios. El encierro a causa de la pandemia se ha convertido en una razón válida para tener la excusa de liberarse, sacarse toda la tensión de encima y soltar lo acumulado en el año y medio desde la llegada del coronavirus.
La razón perfecta para romperlo todo. “Lo que se vio mucho este año es que la gente trae muchas fotos del Covid-19 aunque no haya una foto real de lo que es el coronavirus, sino una representación, pero es una crítica a la pandemia y al estrés que venimos teniendo hace tiempo”, relata Cipolla. Este o el que sea es motivo suficiente para animarse a reservar con anticipación para cualquier día entre miércoles a domingo, días en los que atiende el negocio en horario de 15:00 a 20:00.
Aunque la idea es sacarse de encima enojos, descargar frustraciones o liberar resentimientos, lo cierto es que este espacio no pretende convertirse en el reemplazo de una asistencia médica adecuada. Agendar una cita con anticipación permite que los clientes “encapsulen su ira dentro de una cajita en su cerebro” y programen desahogar su ira en un ambiente controlado.
“Eso de alguna forma nos ayuda a evitar que venga gente engalopada (enardecida) a venir a romper y descargarse porque vivió una situación muy fea, lo cual hace que nosotros tampoco seamos la ayuda que esa persona realmente llegar a necesitar”, explica Rodrigo.
Sin embargo, resalta que han recibido a psicólogos en sus instalaciones que buscan poner a prueba la experiencia. Algunos la terminan recomendando, mientras que otros han llegado a acompañar a sus propios pacientes, convirtiéndose en el complemento de una terapia.
Plan femenino
La propuesta podría sonar un plan “masculino”, pero lo cierto es que los clientes más frecuentes de The Break Club son del género femenino.
Según Cipolla, esto se debe a que es la mujer la que toma la iniciativa de buscar planes innovadores, de proponer citas nuevas y de organizar planes fuera de lo cotidiano, además de que son ellas las que no suelen tener espacios para desahogar su energía, a diferencia de los hombres, que suelen tener como hábito, por ejemplo, jugar fútbol.
Por ello, con frecuencia reciben mensajes de mujeres que preguntan todo en detalle.
A ellas se les cuenta que la experiencia “breaker” dura entre 30 y 60 minutos. Que pueden ingresar individualmente o en parejas a romper el combo que hayan decidido adquirir y el que puede variar entre $15 hasta $55. Que pueden llevar la playlist que deseen o la casa les sugiere el propio en donde reina el hard rock y heavy metal. Que pueden ingresar sus teléfonos para fotografiar o grabar su experiencia. Y que también hay la posibilidad de obsequiar una gift card para ocasiones especiales.
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En el perfil se ajusta Abril Revel, de 18 años, quien decidió regalarle a su novio, Santiago Rodríguez, esta aventura como regalo de su cumpleaños número 22. Decidió que fuera sorpresa y que se enterase una vez dentro. Ya en el Relax Room, después de romper 20 botellas y una computadora completa (que incluyó teclado, mouse y CPU), Santiago admitió que el obsequio de su novia le encantó. “Fue terapéutico. Romper cosas sin culpa es algo que no había experimentado. Estoy como si me hubiesen dado un masaje, tengo el cuerpo destensado y eso me sorprendió”, admitió feliz. “La música aportó muchísimo a toda la experiencia, ayuda a que quieras romper todo”, añadió Abril.
Estas reacciones son el motor de Dodero aún casi una década después de haber concretado su idea. “Hay días que lo odias porque estás revolviendo entre basura y consiguiendo cosas pero después te vuelves a enamorar cuando ves las reacciones y dices: vale la pena todo. Por eso seguimos trabajando, renovándonos para que la idea siga vigente”, afirma. De ahí que hoy trabaja en proponer nuevos combos que pueden incluir la destrucción de algunos Fax o VHS casi olvidados, pero que pueden hacer recordar las ganas de vivir, quizás con más fuerza que antes.