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Un papá da la ‘bienvenida’ al mundo a decenas de bebés en Guayaquil, en primera fila

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Su llanto era desgarrador. Las cuatro paredes de la sala que lo vieron nacer hacían eco de su lamento. Por su lado, quienes compartían el mismo espacio teñido de blanco no podían borrar la sonrisa de su rostro; no en consecuencia del disfrute del dolor del otro, sino más bien porque dicho lamento, muy lejos […]

Celso posee sus propias tácticas que evitar que los bebés lloren hasta que los lleva donde sus mamás. Foto: Prisilla Jácome
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Su llanto era desgarrador. Las cuatro paredes de la sala que lo vieron nacer hacían eco de su lamento. Por su lado, quienes compartían el mismo espacio teñido de blanco no podían borrar la sonrisa de su rostro; no en consecuencia del disfrute del dolor del otro, sino más bien porque dicho lamento, muy lejos de ser producto del tormento, era el más intrínseco significado de la vida.

Con la parsimonia que solo otorga la experiencia, Celso atendió a su llamado. Tomó la suave y diminuta mano del pequeño que temblaba producto del llano y con delicadeza llevó el pulgar izquierdo a la boca del recién nacido. La acción, de a poco, fue calmando el sollozo del niño que solo pedía conocer a su madre. "Su esposa se ganó la lotería con usted", comentó entre risas una de las enfermeras que, como Celso, labora en el área de Neonatología del Hospital Alfredo Paulson, en el norte de Guayaquil.

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El asistente médico de 38 años sonrió y continuó con su rutina de trabajo. Tomó con cariño al pequeño de solo minutos de edad y lo llevó al lado de la mujer que minutos antes pujaba con fuerza para traerlo al mundo. Una vez pecho con pecho, las lágrimas cesaron en el niño, pero se trasladaron a la mujer que veía por primera vez a su segundo hijo. El escenario era un derroche de sentimentalismo. Celso Benavides solo podía compartir la alegría y agradecer por un día más de trabajo en dicha institución que le permitió experimentar la vida desde otra perspectiva.

Benavidez trabaja en el Hospital Alfredo Paulson hace 12 años como enfermero, profesión que decidió heredar de su madre. Foto: Prisilla Jácome

Son doce años los que lleva trabajando en la institución que pertenece a la Junta de Beneficencia de Guayaquil, y casi el mismo tiempo en otra entidad médica pública en el sur de Guayaquil, pero no se cansa de su labor diaria. Esta profesión le ha traído muchas alegrías a su vida y la estabilidad económica suficiente para mantener a su esposa y a sus tres hijos, quienes viven Babahoyo y a quienes ve un par de días a la semana.

Benavides, oriundo de Catarama, pasa más en salas quirúgicas, que en la sala de su hogar, sin embargo la ‘casa’ en la que pase resulta irrelevante, pues siempre tiene a toda su familia siempre en mente, sobre todo a Narcisa (11), Gabriela (7) y al pequeño Celso Gabriel (5). El enfermero asegura que justamente un día que estaba de guardia en el Puerto Principal, su esposa comenzó con los dolores de parto. Le dieron permiso en su trabajo, pero al llegar a su tierra natal, su pequeña niña ya había nacido.

Sí, ha estado en decenas de partos, menos es el de su primera niña, es por eso cada vez que asiste uno, lo toma personal. "Yo me visualizo que es mi hija la que está naciendo, que son mis hijos los que llegan al mundo porque no estuve en el parto de mi primera hija, pero estoy con otras madres que están por traer a su bebé con tanto sacrificio, contra viento y marea", asegura sentimental.

Celso se divide entre dos trabajos de jornadas completas. Una vez que termina sus respectivos turnos viaja a Babahoyo para verse con su familia. Foto: Prisilla Jácome

Si bien pasa gran parte de su tiempo trabajando, asegura que el tiempo que está junto a su familia lo aprovecha al máximo. Para él, la cantidad de horas es lo de menos, sino la calidad y la forma en la que invierte esos minutos junto a ellos. "Lo mejor que puedo hacer es abrazarlos, ayudarlos en sus tareas y disfrutar de nuestros momentos", indica.

Celso ya ha perdido la cuenta de cuántos bebés ha ayudado a traer al mundo, pero calcula que son más de 500. Aunque una parte de él se fue con cada uno de ellos, sus tres pequeños son los dueños absolutos de su corazón, por ello agradece a la vida la posibilidad de que este domingo, de la mano de su esposa, pueda disfrutar de la mayor bendición que la vida le ha regalado: el ser padre. (I)

 

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