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La piñata, alegría de artesanos

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Entre gritos y risas le dan 10 vueltas al cumpleañero de ojos vendados. Luego lo lanzan armado a encontrar al muñeco de cartón y papel que cuelga del techo.

La escena, tan común en cumpleaños de antaño, se repite aún en los hogares guayaquileños. Y detrás de la sonrisa de los niños que recogen los caramelos desperdigados en el suelo, está la alegría del artesano que por horas trabajó para ver su obra rota en segundos.

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“El esfuerzo mío está pagado con la sonrisa de los chiquitos”, aseguró Willians Astudillo, uno de los artistas que conserva este oficio en su local ubicado sobre la avenida Quito, diagonal al Cementerio Patrimonial. Canales de televisión, prensa y sus clientes apodaron a Willians como “el rey de las piñatas” por su habilidad en el diseño de las piezas. “Esto no da grandes ganancias y hay personas que no aprecian el trabajo, piensan que porque se va a destruir no debe verse bien; pero también hay quien hace pedidos especiales cada año porque quiere algo bueno”, opinó.
A pasos del local de Willians está el taller de Marisol Mena, una contadora que encuentra en la artesanía “paz y satisfacción”. Sus piñatas van de $ 1.50 hasta $ 25. A veces hay retos, recuerda Mena, como las naves espaciales de Star Wars o el carro de Los Picapiedras de casi 3 metros que elaboraron hace meses.

Al sur de la urbe, en la 38 y Portete, Azucena Navarrete se confiesa aprendiz en el viejo arte de hacer piñatas. Esta guayaquileña, junto a su hermana Mónica, dejaron atrás 24 años de vida en Venezuela para empezar de cero en su ciudad natal y su talento ya destaca en las perchas del local Novedades Fiesta Club. Desde allí comercian al por mayor las piñatas e implementos de fiesta que recorren Guayas y otras provincias. (I)

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“A veces quisiera guardar alguna piñata pero mejor es ver al niño disfrutar”.
Marisol Mena
Contadora y artesana

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