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Fernando Santos, el eterno capitán que hizo de Guayaquil su mundo

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REDACCIÓN DIARIO SÚPER/GUAYAQUIL

Cruzar palabras con Fernando Santos es sinónimo de conocimiento, es un encuentro cercano con una enciclopedia, un viaje relámpago por el mundo y la historia. A sus 78 años guarda documentos que recorren fielmente su carrera como marino mercante y su caprichoso amor por Guayaquil.

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Nació un 12 de febrero en Bahía de Caráquez, casi que de casualidad, pues desde los cinco años se radicó en Guayaquil y no “regresé más”, asegura.

En el puerto principal sus raíces calaron profundo con estudios primarios y secundarios en planteles emblemáticos y una fructífera carrera naval en la Armada Nacional.

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Su vida en el mar está documentada y guardada celosamente en su baúl de recuerdos.

Ahí conoció la disciplina militar y su instrucción en las matemáticas le hizo ganar fama por su mente ágil. Poco tiempo transcurrió para que dé el paso al área privada, donde se desenvolvió como capitán de barco.

Fue entonces que comenzó su travesía por al menos 127 países. “Yo recuerdo todito. Hablaba inglés así que no era difícil. En Japón aprendí japonés y así en cada país uno va aprendiendo”, comentó Santos.

Pese a que muchas veces estuvo lejos de casa, Santos procreó nueve hijos en dos compromisos y aunque todos ellos, menos uno, viven en el exterior, él decidió forjar nuevamente sus raíces en Guayaquil.

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¿Por qué?.. “Pues porque Guayaquil es lo más hermoso de esta vida, su gente, sus calles, todo”, dice Santos.

Su respuesta es sensata, lejana a alguna intención de elogio, se nota cuando está al frente del río, su compañero fiel hasta la década de los noventa, cuando colgó la gorra de capitán.

Ahora Santos vive en el hospicio Corazón de Jesús, feliz con sus recuerdos y con la visita que llegan de todas partes del mundo. (I)

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