Comunidad
Desde un rincón lúdico se fomenta el amor por la lectura y el desarrollo infantil, en Guayaquil
El primer recuerdo que tiene Jorge Flores Campoverde de un reconocimiento por sobresalir académicamente en su escuela, es un vetusto y deteriorado libro de procedencia rusa. Hoy, a sus 68 años, analiza que dicho premio estuvo lejos de ser un incentivo de lectura para un niño de cuarto año de educación básica y, menos aún, un elemento didáctico que aportó a su aprendizaje infantil.
Por su cuenta, y más joven decidió explorar la literatura por cuenta propia. Ahí aprendió a superar problemas propios de su adolescencia a falta de guías mayores. “(Los textos) me convirtieron y no necesité de profesores, de gente, ni de consejos, mis mejores consejeros fueron los libros”, asegura Flores y fue ahí que se dio cuenta de la importancia de la lectura y, sobre todo de su impacto en los más pequeños, si se los sabe llevar al mundo de las letras.
Utilizó su profesión de ingeniero comercial para emprender un negocio que vende libros, juegos e implementos lúdicos para que los niños se diviertan al tiempo que exploran, conocen y aprenden. Rompecabezas, libros con texturas o desplegables, ábacos o implementos para aprender colores u operaciones matemáticas básicas, figuran entre su oferta. Sin embargo, su más reciente propuesta al mercado trae de vuelta un implemento casi desaparecido: los títeres de hilos.
Con Darth Vader, Elmo, Mickey Mouse, Mafalda o Pepe Grillo, Flores busca que los niños disfruten al tiempo que trabajan en su destreza motora y creatividad. Todo, a fin de que los pequeños aprendan de la forma que él no pudo. (I) DATOS
