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Marcela y Miriam, dos sobrevivientes de cáncer de mama tratadas en Solca Guayaquil, son la prueba de que se puede vencer la enfermedad
Guayaquil / Prisilla Jácome
El cáncer de mama es uno de los tipos de cáncer frecuentes en Guayaquil. Un diagnóstico identificado con mayor frecuencia en mujeres y que, según Solca, es más común en las mayores de 40 años. Acorde a las cifras de la misma institución, el pico de edad va de los 50 a 55 años, aunque se han registrado casos en mujeres de hasta 70.
Tan solo en 2019, la entidad registró 988 pacientes con cáncer de mama en la ciudad. Una cifra de la que cada vez más mujeres logran salir victoriosas, tras seguir el tratamiento correspondiente y las recomendaciones de los especialistas. Marcela Albarracín y Mariana Íñiguez son dos de esas mujeres que engrosan la satisfactoria lista de sobrevivientes.
Ellas, orgullosas pacientes de Solca Guayaquil, cuentan su historia de victoria frente a una enfermedad que, aseguran con firmeza, es posible vencer. Marcela Albarracín
Gratitud: La fe como recurso para vencer la adversidad Dios le ha dado más de lo que le ha quitado. Marcela Albarracín, de 45 años, así lo cree. Aunque tuvo que transitar el diagnóstico de cáncer de mama durante tres años, que se iniciaron en 2015, ella considera que, en el proceso, la vida le regaló mucho más de lo que algunas pudo imaginar: una familia que se volvió más sólida en el proceso, amistades que se mostraron incondicionales, profesionales capaces a cargo de su salud y una historia de fortaleza frente a la adversidad de la que hoy da fe.
No niega los momentos duros. Recuerda vívidamente el 16 de Mayo de 2016, cuando tuvo su primera quimioterapia. El mismo día en el que su hija cumplía 15 años. Asegura que fue duro estar en esa situación cuando lo único que quería era que prime la celebración que merecía su primogénica.
Tampoco se olvida del día en el que recibió la noticia, acompañada de su esposo, o la tarde en la que su hijo la encontró descompuesta producto del tratamiento que recibía. Memorias crudas que más que dañarla o herirla le han recordado lo fuerte que es. Una fortaleza que alcanzó gracias a la fe que mantuvo durante los momentos duros y a que los suyos estuvieron sólidos junto a ella y no la dejaron caer.
Fue un examen de rutina lo que le advirtió a tiempo de un tumor maligno, por eso recomienda a todas las mujeres hacerse chequeos preventivos, porque, como a ella, pueden salvarles la vida. Aunque no contaba con antecedentes de cáncer de mama en su familia, Marcela no dejó de lado el chequeo constante, una ventaja con la que pudieron trabajar los especialistas.
Hoy, en retrospectiva, Marcela cree que la alimentación balanceada que tuvo, a base de frutas y vegetales fueron un aspecto fundamental en su recuperación, además de la actitud positiva que mantuvo a pesar de cualquier dolor.
Sea el buen estilo de vida, el positivismo o la profesionalidad de sus médicos -o todo ello combinado-, Marcela puede vivir sana de la mano de sus dos hijos, que tienen ya 20 y 13 años, y su esposo.
Mariana Íñiguez
Fortaleza: La felicidad como actitud ante el mal tiempo
La hermosa sonrisa que enmarca el rostro de Mariana Íñiguez, de 46 años, no permitiría imaginar que en su vida hubo momentos amargos y duros, de esos que debilitan a cualquiera. Pero ese es su superpoder: ser capaz de dar alegría incondicional y de ver luz en lo que parece lúgubre.
Ella relata que fue un autoexamen, durante una ducha cotidiana, lo que la hizo ponerse en alerta. Acudió al médico y exámenes más tarde, ella y los doctores confirmaron la existencia de un tumor en su seno izquierdo. A través de un proceso quirúrgico le removieron la masa que tenía y pudo iniciar un tratamiento en Solca que incluyó 35 quimioterapias (entre rojas y blancas -llamadas así por su potencia-) para lograr su recuperación.
El proceso no fue nada fácil, pero en las fotografías que guarda Mariana de esos tres años siempre se la ve sonreír. No es una sonrisa fingida, triste o desganada, es de esas sonrisas alegres, confidentes y seguras, como si pudiese predecir desde antes que ella lograría vencer a la enfermedad que se asocia con la muerte. Así como lo hizo también su hermana.
En el proceso de vencer el cáncer, y tras identificar que el tipo de tumor que tuvo podía distribuirse y afectar su otra mama, tomó la decisión médica de remover el derecho. Una determinación valiente que pudo posteriormente sobrellevar con orgullo gracias a una intervención en la que le reconstruyeron los senos a partir de su propia piel y con el uso de prótesis.
Mariana hoy es el reflejo de un trayecto que, aunque no ha sido fácil, la ha dejado fuerte y saludable y con ganas de armando planes de la mano de su esposo, quien estuvo para ella de forma incondicional. (I)
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