Ecuador
Los mejores globos terráqueos artesanales nacen en un taller de Londres
LONDRES / AFP
Decepcionado por no encontrar un globo terráqueo decente, el británico Peter Bellerby decidió fabricarse uno, sin darse cuenta de que acababa de encontrar su vocación y al mismo tiempo, responder a la demanda de miles de coleccionistas de todo el mundo.
En una década, su empresa Bellerby and Co. se ha convertido en uno de las fabricantes más solicitados, con productos hechos a medida que seducen a jefes de Estado, multinacionales y particulares. Todo comenzó por casualidad, cuando en 2008, empezó a buscar un globo terráqueo bonito que regalarle a su padre por su 80º aniversario. "No es una carrera en la que se piensa un día", explica a la AFP Peter Bellerby mostrando su taller de casi 400 metros cuadrados escondido en una calma calle de Londres. Y, sin embargo, "estoy verdaderamente orgulloso de lo que hemos logrado".
Allá donde se mire, aparece una bola del mundo en distintas fases de elaboración. El equipo de trabajo está compuesto por ilustradores, pintores, cartógrafos, grabadores y profesionales de la madera. Todos estos artesanos se afanan mientras que sobre sus cabezas cuelgan bandas de papel, las que conformarán el mapa final, secándose en cuerdas de tender la ropa.
Si bien al comienzo este expromotor inmobiliario fabricaba apenas un puñado de globos terráqueos al año, en la actualidad llega a los 600.
Los modelos y precios varían, aunque el más económico cuesta 1.200 libras (1.300 euros) y los más exigentes en su elaboración pueden llegar a costar 79.000 (más de 88.000 euros).
Se trata de un verdadero trabajo de orfebre que comienza con la compra de la esfera virgen, fabricada a partir de resina y otros materiales. A partir de ahí, empieza el proceso artesanal, que llevará en cada caso varios meses.
Bellerby no sólo contrata a especialistas que deben formarse durante un año entero; también se asegura de adquirir materiales de la mejor calidad, como un papel especial estirable y la tinta, que puede resistir entre 80 y 200 años.
"La verdadera dificultad reside en estirar alrededor de una esfera un trozo de papel que tiene todas las posibilidades de romperse", explica Bellerby.
La fabricación puede tomar desde unas pocas semanas hasta 18 meses, según la talla y lo que pida el cliente, que puede seguir en directo por Instagram el proceso.
En estos años, Bellerby ha descubierto que la cartografía puede convertirse en un campo de minas geopolítico, sin hablar siquiera del cambio de nombres de países.
Los responsables de aduanas en India, por ejemplo, confiscaron una vez uno de sus globos enfadados por cómo se había trazado la frontera con Pakistán. Varios clientes también han pedido un mapa en el que no figure Israel, algo que su empresa rechaza en cada ocasión educadamente.
¿El problema de la cartografía? "Es que cada país tiene su propia idea del mundo", confía Bellerby. (I)