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Así funciona Jovam, un robot entre rejas para educar a más de 1.200 reos en Lima (FOTOS y VIDEO)
Jovam es el nombre del robot que ingresó a la cárcel limeña de Lurigancho, la más poblada del Perú, para apoyar a los maestros en la educación de los presos.
Su cuerpo de fibra de maíz baila, sus ojos parpadean cuando habla, responde a preguntas sobre objetivos de desarrollo sostenible e incluso sabe alemán.
En este centro penitenciario, que aún arrastra la fama de ser uno de los más violentos de América Latina, alrededor de 1.225 reclusos volvieron recientemente a las clases presenciales para retomar sus cursos de primaria, secundaria o técnicos, tras dos años anclados con materiales autoinstructivos en las celdas de esta prisión, donde el internet está prohibido. El retorno de los reos a las aulas coincidió con la llegada de Jovam, un androide biodegradable fabricado con desechos electrónicos reciclados que servirá como "estímulo y complemento didáctico" a la educación de los internos. Su inventor es Walter Velásquez, un joven profesor rural, apasionado por la tecnología y la electrónica.
Ya Velásquez, en el peor momento de la pandemia, sorprendió a la comunidad educativa peruana con la creación de Kipi, la primera robot capaz de hablar quechua y recorrer a caballo las remotas comunidades de Colcabamba, en la región centro andina de Huancavelica, para acercar las lecciones allí donde ni siquiera llega la radio o la televisión.
Ahora, "Jovam escucha la pregunta (…), busca la información en su base de datos y te la brinda", declara su inventor, quien ahora anhela replicar la experiencia piloto de Lurigancho en otras cárceles del país. Al igual que "su hermanita" Kipi, Jovam fue concebido a más de 3.000 metros de altitud, entre las cuatro paredes de adobe y techo agujereado que conforman el laboratorio de creatividad del humilde colegio Santiago Antúnez de Mayolo, en la provincia de Tayacaja.
Esta vez, Velásquez creó Jovam a pedido de DVV International, una ONG alemana, para ser donado luego de su fabricación, que demoró 7 meses, al Instituto Nacional Penitenciario (INPE), adscrito al Ministerio de Justicia y DD HH.
La incumbencia del robot era clara: "motivar" y "acompañar los aprendizajes" de los reos de Lurigancho en este proceso vital para su resocialización, relata a Efe el director de DVV International en Perú, Walter Quispe.
Quispe recordó que en el país andino hay nueve millones de ciudadanos mayores de 15 años, el 27 % de su población, que no culminaron la educación básica.
En el mismo sentido se expresa el coordinador de Arte y Cultura del INPE, Aníbal Martel, quien destaca que Jovam convirtió a Lurigancho en el primer centro penitenciario del mundo en tener entre rejas a un robot.
En este penal, que actualmente alberga 9.028 presos, más del 10 % de los 86.825 reclusos de Perú, 410 internos tienen clases de educación básica.
Otros 815 de educación técnico-productiva ven 11 modalidades distintas, que incluyen desde la peluquería y el textil hasta la electricidad, la carpintería y las manualidades.
En las aulas ubicadas a pocos metros del corredor central de Lurigancho Jovam se desplaza automáticamente hacia adelante y atrás, sube sus brazos y entona aleccionamientos propios del currículum nacional gracias al software que integra su cerebro, conectado a su cara digital mediante una suerte de red neuronal.
"Es realmente maravilloso. Es bacán (genial) tener un medio de comunicación que nos pueda brindar información", apostilla a Efe Joel Ramírez, un preso de 29 años, natural de Lima, que lleva más de dos años y medio privado de libertad en Lurigancho, donde estudia el último curso de primaria.
Un cuerpo de fibra de maíz baila, sus ojos parpadean cuando habla, responde a preguntas sobre objetivos de desarrollo sostenible e incluso sabe alemán. Así es #Jovam, el robot que ingresó a una cárcel de Perú.
Fuente: EFE.#RNNtech #Robot https://t.co/rfw1kg5LWw pic.twitter.com/E2JhggmFVf
— Noticias RNN (@NoticiasRNN) March 18, 2022 (I)
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