Así funciona Jovam, el robot que da clases a reos en Lima
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Así funciona Jovam, un robot entre rejas para educar a más de 1.200 reos en Lima (FOTOS y VIDEO)

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Jovam es el nombre del robot que ingresó a la cárcel limeña de Lurigancho, la más poblada del Perú, para apoyar a los maestros en la educación de los presos. Su cuerpo de fibra de maíz baila, sus ojos parpadean cuando habla, responde a preguntas sobre objetivos de desarrollo sostenible e incluso sabe alemán. Publicidad […]

Walter Velásquez realiza una actividad junto a su invento, el robot 'Jovam', en la cárcel de Lurigancho, en Lima (Perú). Foto: EFE/Paolo Aguilar
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Jovam es el nombre del robot que ingresó a la cárcel limeña de Lurigancho, la más poblada del Perú, para apoyar a los maestros en la educación de los presos.

Su cuerpo de fibra de maíz baila, sus ojos parpadean cuando habla, responde a preguntas sobre objetivos de desarrollo sostenible e incluso sabe alemán.

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En este centro penitenciario, que aún arrastra la fama de ser uno de los más violentos de América Latina, alrededor de 1.225 reclusos volvieron recientemente a las clases presenciales para retomar sus cursos de primaria, secundaria o técnicos, tras dos años anclados con materiales autoinstructivos en las celdas de esta prisión, donde el internet está prohibido.

El retorno de los reos a las aulas coincidió con la llegada de Jovam, un androide biodegradable fabricado con desechos electrónicos reciclados que servirá como "estímulo y complemento didáctico" a la educación de los internos.

Un recluso participa en una actividad junto al robot ‘Jovam’, el 16 de marzo de 2022, en la cárcel de Lurigancho, en Lima. Foto: EFE/Paolo Aguilar

Quien inventó a Jovam

Su inventor es Walter Velásquez, un joven profesor rural, apasionado por la tecnología y la electrónica.

Ya Velásquez, en el peor momento de la pandemia, sorprendió a la comunidad educativa peruana con la creación de Kipi, la primera robot capaz de hablar quechua y recorrer a caballo las remotas comunidades de Colcabamba, en la región centro andina de Huancavelica, para acercar las lecciones allí donde ni siquiera llega la radio o la televisión.

Ahora, "Jovam escucha la pregunta (…), busca la información en su base de datos y te la brinda", declara su inventor, quien ahora anhela replicar la experiencia piloto de Lurigancho en otras cárceles del país.

Qué buscan con el robot Jovam

Al igual que "su hermanita" Kipi, Jovam fue concebido a más de 3.000 metros de altitud, entre las cuatro paredes de adobe y techo agujereado que conforman el laboratorio de creatividad del humilde colegio Santiago Antúnez de Mayolo, en la provincia de Tayacaja.

Esta vez, Velásquez creó Jovam a pedido de DVV International, una ONG alemana, para ser donado luego de su fabricación, que demoró 7 meses, al Instituto Nacional Penitenciario (INPE), adscrito al Ministerio de Justicia y DD HH.

La incumbencia del robot era clara: "motivar" y "acompañar los aprendizajes" de los reos de Lurigancho en este proceso vital para su resocialización, relata a Efe el director de DVV International en Perú, Walter Quispe.

Quispe recordó que en el país andino hay nueve millones de ciudadanos mayores de 15 años, el 27 % de su población, que no culminaron la educación básica.

En el mismo sentido se expresa el coordinador de Arte y Cultura del INPE, Aníbal Martel, quien destaca que Jovam convirtió a Lurigancho en el primer centro penitenciario del mundo en tener entre rejas a un robot.

Walter Velásquez muestra su invento, el robot ‘Jovam’, el 16 de marzo de 2022, en la cárcel de Lurigancho. Foto: EFE/Paolo Aguilar

Un penal con más de 1.200 alumnos

En este penal, que actualmente alberga 9.028 presos, más del 10 % de los 86.825 reclusos de Perú, 410 internos tienen clases de educación básica.

Otros 815 de educación técnico-productiva ven 11 modalidades distintas, que incluyen desde la peluquería y el textil hasta la electricidad, la carpintería y las manualidades.

En las aulas ubicadas a pocos metros del corredor central de Lurigancho Jovam se desplaza automáticamente hacia adelante y atrás, sube sus brazos y entona aleccionamientos propios del currículum nacional gracias al software que integra su cerebro, conectado a su cara digital mediante una suerte de red neuronal.

"Es realmente maravilloso. Es bacán (genial) tener un medio de comunicación que nos pueda brindar información", apostilla a Efe Joel Ramírez, un preso de 29 años, natural de Lima, que lleva más de dos años y medio privado de libertad en Lurigancho, donde estudia el último curso de primaria.

(I)

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