Deportes
"Los jabalíes" lidian con la fama al año de ser rescatados de una cueva en Tailandia
TAILANDIA/AFP
Un equipo de fútbol de chicos pobres y apátridas entró en unas cuevas de Tailandia hace un año para una visita con su entrenador.
Salieron 18 días después, aclamados mundialmente, cortejados por productores cinematográficos, escritores y presentadores de televisión ansiosos por monopolizar la extraordinaria historia de su rescate. La mayoría de los 12 "jabalíes", como se conocía al equipo, aún viven en la pobre ciudad norteña de Mae Sai, que en su día fue un somnoliento remanso pero que ahora está inundada de turistas haciéndose selfis. Todavía juegan al fútbol. Su entrenador, que los llevó a las cuevas de Tham Luang, sigue preparándoles, y comparten los mismos hogares con sus familias.
Pero la vida del equipo ha tomado una trayectoria extraordinaria desde que fueron rescatados, sacados de la cueva fuertemente sedados por equipos de buzos expertos. Han firmado un acuerdo cinematográfico con Netflix, han viajado por todo el mundo y su historia ha sido relatada en libros, documentales y una serie de películas.
Pero su recién adquirida fama también les impuso el silencio, porque los muchachos y sus familias ya no pueden hablar libremente de su odisea, por culpa de los contratos de exclusividad que les prohíben hablar con la prensa.
Ya no son apátridas
Los niños participaban en una excursión de un día a las cuevas el 23 de junio de 2018, cuando las lluvias inundaron el complejo a través de vías fluviales subterráneas.
Se temía que estuvieran muertos hasta que dos buzos británicos recorrieron una serie de estrechas vías de agua y corredores y los encontraron el 2 de julio, atrapados en una cámara húmeda, a cuatro kilómetros de la entrada.
Fue entonces cuando Adul Sam-on, que entonces tenía 14 años, se convirtió en una de las estrellas del drama.
Entró en el complejo de la cueva como un apátrida, al igual que varios otros miembros del grupo, entre ellos el entrenador Ekkapol Chantawong, a quien siempre se le había negado la ciudadanía en Tailandia.
Pero su gentil "gracias" en inglés a los buceadores británicos que encontraron a los muchachos nueve días después, consumidos y con frío, pero vivos, le dio una gran popularidad.
Nacido en el estado autónomo Wa de Birmania y criado en Tailandia, Adul vivía en un limbo legal sin certificado de nacimiento.
Tras su dramático rescate, Adul, su entrenador y dos compañeros de equipo recibieron la ciudadanía y pasaportes por primera vez, lo que les permitió viajar a destinos como Los Ángeles y Mánchester.
El domingo se cumple un año del inicio de la saga y sus allegados aseguran que la fama no les ha cambiado.
"Es una persona corriente como antes", dijo Aman Sommol, amigo de Adul, a la AFP desde su escuela.
Buen estudiante, Adul todavía enseña inglés a sus amigos y les ayuda con sus tareas.
"Es un modelo para los niños más pequeños de la escuela", agregó Aman.
Adul y varios otros "jabalíes" juegan ahora en la Academia Ekkapol, un nuevo club fundado por el entrenador Ek, como se le conoce.
Mientras el equipo se ejercita, Ek sonríe a los medios de comunicación que lo visitan, pero, ligado por contrato a Netflix, no puede hablar del drama de la cueva.
Sus compañeros dicen que está encantado de haber cumplido finalmente su sueño de dirigir su propia escuela de fútbol.
"Después de que la tormenta se calmara, es una nueva vida para él", dijo a la AFP el entrenador asistente Noppadol Kanthavong.
El entrenador Ek también dirige ahora una empresa que actuará como intermediario entre las productoras, los chicos y sus familias para una producción de Netflix que estará dirigida por el realizador de "Crazy Rich Asians", Jon M. Chu.
Hay muchos rumores sobre lo que cobraron los niños, y medios estadounidenses hablan de 100.000 dólares para cada uno.
El 13, número de la suerte
La fama también alcanzó a algunos de los buzos que ayudaron a rescatar a los niños.
Después de sopesar varias opciones, los niños y el entrenador finalmente recibieron sedantes y fueron sacados por turnos con trajes de neopreno y aparatos de respiración de cara completa.
La extracción de todo el mundo llevó tres días porque los equipos tenían que reemplazar los tanques de aire y otros suministros a cada turno, lo que requirió hasta veinte horas entre viaje y viaje.
Muchos de los rescatadores eran miembros de las fuerzas especiales de la Marina Tailandesa, algunos eran expertos en operaciones de buceo turísticas, mientras que otros eran submarinistas de cuevas de toda la vida que volaron desde el Reino Unido y Australia para ayudar.
Todos se encontraron en el corazón de un drama sin precedentes.
"Cuando llegué, pensé que era una misión suicida", dijo Ben Reymenants, un belga que dirige Blue Label Diving en Phuket.
Entre los rescatadores se encontraba Saman Gunan, la única víctima mortal de las casi tres semanas de la saga.
Hoy una estatua de este miembro de las fuerzas especiales navales, que se quedó sin oxígeno en un pasaje serpenteante e inundado, se encuentra cerca de la entrada de la cueva.
Otros rescatadores como Vernon Unsworth se vieron en el foco público en contra de su voluntad.
El buceador británico demandó al magnate tecnológico estadounidense Elon Musk, quien lo llamó "pederasta" en Twitter después de que Unsworth cuestionara el propósito del multimillonario cuando apareció en el lugar del rescate.
Hablando con la BBC, Unsworth minimizó su papel central en el rescate de los chicos y su entrenador, 13 personas en total. "El 13 ya no es un número de mala suerte", afirma.
"Ninguno de nosotros es un héroe. Solo hicimos un trabajo que se nos pidió que hiciéramos", sentenció. (D)