Comunidad
Los ‘ciudadanos de la calle’ se sienten olvidados por la política de Ecuador
Mientras las camisetas con rostros de candidatos se vuelven trapos de limpieza en las casas, para Fidel R. esta es una pieza útil que reemplazará su camisa luego de que lo alcance la lluvia en su único hogar: las calles de Guayaquil.
Sentado afuera de un local de comida rápida en La Alborada, el hombre de 56 años espera por comida o monedas mientras habla de las caravanas de campaña política que pasaron estos días por la av. Rodolfo Baquerizo Nazur.
La ciudad está plagada de vítores por postulantes, pero eso es solo una colorida distracción en su vida. ‘Chambear’ y comer bien es lo único que le preocupa mientras ve los carteles de rostros sonrientes como si el juego no fuera con él. Así como Fidel, un número no calculado de personas en situación de calle y pobreza extrema no votarán este domingo 24 de marzo. Algunos por no tener cédula, otros por no saber siquiera qué recinto les toca; y otro grupo, porque no le importa. En el centro-sur de Guayaquil está el Refugio del Espíritu Santo (RESA), espacio que da acogida diurna a un promedio de 60 habitantes de la calle cada día. Allí, los usuarios comparten una posición: “no le importamos a la política”.
En esas palabras lo pone José S., quien asegura haber saludado al menos una decena de candidatos en años anteriores, mientras vendía agua en Clemente Ballén y Tulcán. “Me abrazaban pero luego no hubo trabajo para nadie”, dice.
Andrés D., de 24 años, agrega que “por estar en la calle piensan que uno está en malos pasos pero es porque no nos dan oportunidades”. Delgado vino solo de Santo Domingo, le robaron apenas llegar, y ahora ronda las calles en busca de empleo. Solo viajará a votar si consigue algo de dinero. La ayuda para este grupo humano viene de la empresa privada, fundaciones e iglesia. Hoy RESA busca un auspicio anual del Cabildo, unos $45.000, que cubriría menos de la mitad de los costos, indicó Danny Bernuy, médico del centro abierto hace casi 2 años.
Con un equipo de 8 personas y 20 voluntarios, brindan colaciones, ropa, zonas de aseo y descanso, además de enseñar actividades artesanales. La obra inspiró a los usuarios a retribuir: crearon murales, limpian, ayudan en el mantenimiento.
Con este sistema de acompañamiento, que puede durar meses, ya han tenido casos de reinserción laboral y familiar. Es un modelo con cualidades para ser ampliado y replicado, lo que permitiría tambien hacer visible a esta población vulnerable.
Ancianos abandonados, personas con problemas psicológicos y más perfiles, engrosan la lista en la que solo resaltan los drogadictos. Para estos últimos, todos los candidatos ofrecieron centros de rehabilitación públicos. Para los otros no hubo miradas ni propuestas.
Quizá solo cuando se logre convertirlos en números y se calcule la utilidad de su voto, la política los recordará. (I)
Ciudadanos de la calle los llama el cura colombiano Gabriel Gutiérrez.
“Tras esos ‘bultos’ que ignoramos hay rostros con historia, sujetos de derecho a los que el Estado les debe bienestar y nosotros, solidaridad”, dice el activista que en Bogotá lleva programas de acogida y salud.
En enero, el apodado Fray Ñero visitó la urbe para mostrar cómo abordar a estas personas muchas veces temidas. Datos
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