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Larga vida al calígrafo que se aferra a su profesión desde el centro de Guayaquil
El recuerdo caligráfico más memorable que tiene proviene de su infancia. Rememora con mucha lucidez y cariño aquellas cartas de amor que tenían como remitente a su padre y como destinatario a su madre.
Aunque a sus 10 años no podría comprender la magnitud de lo expresado por su papá, a Freddy Nicola lo que más le fascinó fueron los trazos plasmados en el papel. Así considera que descubrió el don que le regaló su progenitor.
"Él tenía una lindísima letra, entonces yo creo que mi habilidad viene por ahí. Por eso yo comencé a dibujar mi letra”, asegura el hombre de 75 años. Aunque no conoció a su padre, Juan Nicola, asegura que la mejor herencia que pudo dejarle fue su misma caligrafía. Consciente de su habilidad y seguro de lo que quería hacer a futuro, ingresó a Bellas Artes a estudiar Dibujo Técnico, en donde reforzó la idea de que la caligrafía era lo suyo. Fue en esa época, alrededor de sus 20 años, que un amigo lo animó y decidió lanzarse con su labor de amanuense. Es así que su mano no ha parado desde el día en que repartió su tarjeta de presentación.
Hoy, feliz de lo que hace desde su eterno puesto en el Pasaje Comercial del Correo, dice que solo cuando su pulso le falle, será cuando cuelgue su pluma. (I) Datos