Papá de día, héroe de noche: la historia de Jorge Almagro
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Entre lomas, madrugadas y abrazos: Jorge Almagro ha criado a sus cuatro hijos con amor, esfuerzo y disciplina

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Se convirtió en padre a los 20 años y desde hace 15 sale de casa cuando la oscuridad abraza las calles de Quito.

En cada jornada utiliza líquidos adecuados para la limpieza. Foto: Cortesía.
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Mientras gran parte de Quito duerme profundamente, Jorge Almagro Cilio ya lleva horas trabajando por una ciudad más limpia. Tiene 49 años, cuatro hijos y una historia marcada por esfuerzo, disciplina y amor por su familia.

Vive en Llano Grande, en el norte de la capital, y trabaja en la Empresa Pública Metropolitana de Aseo (Emaseo EP), donde desde hace más de una década ha forjado su trayectoria con una convicción inquebrantable. Su jornada comienza a la medianoche y termina a las 08:00.

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Mientras otros descansan, Jorge recorre el centro histórico, San Blas y La Ronda al mando de un vehículo de hidrolavado, limpiando plazas, veredas y calles. “Trabajamos para que Quito amanezca limpia”, afirma.

Desde hace cinco años desempeña esta función, un cambio que surgió durante la pandemia del COVID-19, cuando se le presentó la oportunidad de ser conductor tras años de esfuerzo como obrero de recolección. Pero su historia en la empresa empezó mucho antes. Ingresó en 2009 con un contrato eventual, luego de haber trabajado durante tres años como obrero de construcción, levantando garitas, baños, pintando muros y dando forma a los espacios que hoy muchos empleados transitan.

Retos superados

“Desde abajo”, como él mismo lo dice, aprendió a adaptarse a cada nuevo reto. El paso de la construcción a la recolección de residuos fue particularmente desafiante. Recuerda con claridad los días en los que debía correr cuesta arriba en los valles de Tumbaco, recogiendo basura bajo el sol y con el cuerpo aún sin acostumbrarse a la exigencia física del trabajo. “A los 10 minutos ya quería agua”, cuenta entre risas. A pesar de a ello, nunca se rindió.

A las 05:00 ya estaba en pie, y aunque desayunar tan temprano le costaba, su esposa siempre lo apoyaba con un plato caliente antes de salir. Sus hijos, aún pequeños, a veces dormidos, otras veces ya despiertos, lo despedían con abrazos y frases que aún resuenan en su memoria.

Su hijo mayor, Darwin, tiene 28 años; Jennifer, la única hija, 21; Kevin, 20; y el menor, Jorge, de 12 años, a quien cariñosamente llama “enanito”. Es con este último con quien aún escucha frases que lo impulsan cada madrugada: “Regresa, papi, que te vaya bien”, “te esperamos en casa”.

Jorge junto a su familia. Foto: Cortesía.

Confiesa que su relación más cercana es con su hija Jennifer, quien ya está casada. Con ella mantiene conversaciones constantes. “Siempre le pregunto cómo está, qué necesita…”, comenta. Pero su rol como padre ha sido firme, especialmente con sus tres hijos varones, a quienes ha intentado inculcar valores con “mano dura, pero con corazón”, como él lo describe. “Con los hombres hay que estar más atentos, más rectos”, confiesa.

Hoy, Jorge ya no solo es padre, sino también abuelo y continúa cultivando el vínculo paternal con todos, manteniéndose como ese pilar que siempre ha sido. Así, en la oscuridad de la madrugada quiteña, entre calles silenciosas y fachadas coloniales, Jorge trabaja con el orgullo de ser un padre presente, porque para él, la limpieza de una ciudad también es un acto de amor. (I)

Jennifer Guaman
Jennifer Guaman
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