Comunidad
Gladys Torres, una voluntaria con 35 años dedicados a la Cruz Roja del Guayas
Un cruce de balas, gritos, confusión. "¡Tierra, tierra!", decía una voz cercana y Gladys Torres Zambrano entendió. Se lanzó al piso y se arrastró bajo una ambulancia. La situación parecía sacada de una película. A sus 18 años, la joven voluntaria de la Junta Provincial de la Cruz Roja del Guayas no imaginó que en […]
Un cruce de balas, gritos, confusión. "¡Tierra, tierra!", decía una voz cercana y Gladys Torres Zambrano entendió. Se lanzó al piso y se arrastró bajo una ambulancia.
La situación parecía sacada de una película. A sus 18 años, la joven voluntaria de la Junta Provincial de la Cruz Roja del Guayas no imaginó que en su primera misión como socorrista le tocaría arriesgar la vida.
Era 1985 y las autoridades intentaban rescatar a Nahím Isaías Barquet, secuestrado por el grupo Alfaro Vive Carajo (AVC).
"Aquella vez fuimos llamados (Cruz Roja) por las autoridades para cualquier emergencia que pudiera ocurrir. De un momento a otro comenzó la balacera. Mis compañeros y yo alcanzamos a escondernos. A mí se me quedó eso en la cabeza y nunca me voy a olvidar", confiesa hoy como anécdota Torres.
Ese es uno de los episodios más vívidos de su memoria como miembro de la noble entidad que este 8 de mayo celebra su día internacional y que ya cumplió 109 años de presencia en Ecuador.
Torres pertenece a la primera promoción de socorristas voluntarios, graduados también el 8 de mayo de 1984. "En aquellos días los bomberos no tenían ambulancias, entonces nosotros pasábamos bastante ocupados. En casa me decían que me iban a traer la cama a la Cruz Roja", cuenta entre risas.
Su sueño de ser médico se truncó por falta de recursos pero, inspirada por esas mujeres y hombres vestidos de rojo y blanco en cada desfile guayaquileño, Torres optó por unirse a la institución internacional y aprender.
Compartía su tiempo entre el estudio de la carrera en Comunicación Social y la labor humanitaria, atenta a cada guardia y llamado. "No era un sacrificio, sino algo que me gusta y complementaba esa área de estudio", señala Torres.
Agrega que en todos estos años sobran los recuerdos, como aquella vez que entró en contacto de primera mano con la muerte. "El primer accidente de tránsito al que asistí fue en la vía a Puerto Inca. Habían informado de cuatro heridos de gravedad y al llegar subieron dos a la ambulancia en que iba yo", rememora.
"En esos días todavía confundía los códigos con que se describe las situaciones. Mi compañero me pidió que sostenga fuerte "al Q.R.T." que subieron a mi lado. Mientras tenía al paciente así de cerca le pregunté al compañero qué significa el código y me respondió "Q.R.T. es que está muerto". Yo me quedé helada, con el cadáver entre mis manos. Esa noche no pude dormir", cuenta Torres y ríe.
Entre largas jornadas, llamadas de auxilio, charlas de prevención y también tristes experiencias (como ver morir a esa persona que acababa de ayudar), Torres asegura que la Cruz Roja le concedió una segunda familia a la que no pretende dejar.
"Si me dicen que tengo que quedarme el día, lo hago. Amo a mi institución y cuando esté viejita voy a molestar a mi familia para que me traiga", asegura. Desde ya está fomentando los valores aprendidos en su nieta con el sueño de algún día verla ayudar al prójimo a su lado.
"No discriminar, ayudar en lo que puedo y si yo no puedo, buscar a quién sí; son valores que aprendí en casa y con la Cruz Roja se afianzaron por ese contacto permanente con personas de todo tipo y sector", opina.
Para Torres, la Cruz Roja es una oportunidad con la que los jóvenes pueden dar sentido a su vida. "Aprovechen su tiempo ayudando a las personas; los jóvenes puede venir, preguntar cómo ser parte, comenzar a aprender. Así podrán alejarse de caminos malos", recomienda a los futuros voluntarios.
Hoy, además de su labor como comunicadora y abogada (su segundo título), Torres comparte su día con la dirección de los programas operativos de ‘Salud‘ y ‘Principios y Valores‘ en la Cruz Roja. Para ella, esta labor desinteresada no le ha "quitado la vida" sino que "la aumentó".
"A veces me preguntan por qué regalo mi tiempo, pero no todo en la vida es dinero. La satisfacción de ayudar a alguien es mayor. Los conocimientos que aquí se adquieren sirven mucho más, para el hogar y para la comunidad", repite con orgullo esta fiel miembro de un movimiento humanitario que no para de crecer. (I)
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