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Filiación incondicional: Familias que deciden adoptar sin prejuicios, felices en menos tiempo
El fruto de su amor no esperó mucho tiempo. Al año de haberse dado el ‘sí, acepto’, Fernando y Elizabeth ya acunaban en los brazos a una hermosa niña que los inauguró en el mundo de la paternidad. No hubo guía para los primeros días, ni una gran pericia de todo lo que implicaba los […]
El fruto de su amor no esperó mucho tiempo. Al año de haberse dado el ‘sí, acepto’, Fernando y Elizabeth ya acunaban en los brazos a una hermosa niña que los inauguró en el mundo de la paternidad. No hubo guía para los primeros días, ni una gran pericia de todo lo que implicaba los cuidados de la pequeña, dejaron que el amor y algunos de los consejos de los suyos los guiaran en esta labor que les ha hecho experimentar nervios, emoción, pero sobre todo, una alegría arrolladora.
Su niña crecía y con ello también sus ganas de volver a escuchar los latidos de un nuevo ser que los llame ‘papá’ y ‘mamá’. La ilusión los hizo ponerse en la tarea de lograr engendrar a un bebé que ascienda a su hija al cargo de hermana mayor. Trataron con frecuencia y con mucho esfuerzo por casi dos años, pero no vieron resultados. Preocupados, acudieron a distintos especialistas quienes les recomendaron la paciencia como remedio, pues la infertilidad estaba descartada en ambos.
Vea también: Adopción a la ‘medida’, una barrera que impide amar en el Ecuador
“Había muchas opciones a probar como la fertilización in vitro y ese tipo de procedimientos, pero nosotros no compartimos esa ideología. Como católicos no queríamos ir por esa vía, así que vimos la oportunidad de buscar a nuestro hijo por el método de la adopción”, asegura firme Elizabeth. Al consultarle de dónde surgió esta idea, ella responde sonriente que fue una opción ‘que les llamó el corazón’. Ella y su esposo creen fielmente que esta alternativa surgió en sus mentes como un mensaje divino que aceptaron con un sí contundente.
“Si había tantos niños esperando tener una familia y nosotros queríamos agrandar la nuestra, cómo no evaluar esta opción. Así comenzamos a investigar y a aprender sobre cómo es el proceso”, indica la mujer de 35 años. Fue ahí cuando se prepararon para un largo viaje que tenía como destino el nuevo integrante de esta familia, pero, el trayecto no fue tan extenso como imaginaban. La gran espera que ellos anticipaban tan solo había sido uno de los tantos mitos que giraban en torno a este proceso.
La pareja evidenció de primera mano cómo la sociedad desconoce de las adopciones. De los comentarios que escucharon en su círculo, muy poco fue certero en realidad. Algunos les aseguraban, por ejemplo, que el proceso implicaba el pago de distintos rubros, cuando en realidad es gratuito; les habían dicho también que el procedimiento era engorroso y que no había guía alguna para conseguir la meta, otro error. El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) expone en su página los pasos por seguir y, además, provee de seguimiento en cada caso.
A lo anterior se sumó el mito mayor: la cantidad de tiempo de espera, pero lo cierto es que Fernando y Elizabeth, de la mano de su hija, no tuvieron que esperar varios años para poder sumar uno más a su familia. Este acierto no estuvo en otras manos más que en la de ellos mismos. Las poquísimas limitantes que colocaron como requisitos para el infante que adoptarían ayudaron a la reducción de la demora.
“Nosotros pusimos un perfil bastante abierto en el sentido de que podía ser niño o niña y sin preferencia de etnia porque nosotros no creemos necesario que debamos tener un niño semejante a nosotros. Todos somos seres humanos y el amor es lo que hace una familia, independientemente de la apariencia física”, relata el hombre de 38 años. Esta decisión bastó para que el proceso de adopción de la pareja se concretara tras un periodo de ‘gestación’ de un año y tres meses.
Un tierno pequeño de dos años, en cuya cabeza asoman pequeños y tupidos rulos de cabello negro, se sumó en agosto pasado a la vida de Fernando, Elizabeth y su primogénita, oficialmente. Su raza afroecuatoriana, que lo distingue evidentemente de su nueva familia, no fue motivo para que sus papás y hermana mayor no lo hayan amado incondicionalmente desde el primer día en que llegó al nido.
A la espera de un amor filial de este tipo también están decenas de niños y adolescentes en el país, pero para ellos, su posible adopción se complica con el paso del calendario. En Ecuador existe una gran tendencia en la adopción de niños de entre 0 a 5 años y no de edades superiores, según lo registra el MIES en sus estadísticas con corte a diciembre de 2018. Si bien la institución gubernamental no especifica los motivos por los que los postulantes no aspiran a los pequeños que sobrepasan dicho rango de edad, Christian Arias Toscano, psicólogo, considera que una de las principales razones radica en la creencia de que a un infante más grande no se lo puede formar por su edad.
“Un niño que se adopta teniendo 1, 2 o 3 años es cierto que se lo puede formar desde pequeño, pero un niño más grande, aunque ya tiene una personalidad estructurada, hábitos definidos e intereses claros, sigue siendo un niño y ellos están en constante crecimiento y desarrollo, así que sí se lo puede ir formando también”, asegura el experto.
Otra excusa que también suelen usar los aspirantes es ‘el perderse de la infancia’ de los niños, dejando de lado las otras etapas de la vida de los infantes.
Sobre este y el anterior escenario, Indira Urgilés, directora de adopciones del MIES, procura abrirle los ojos a los postulantes apelando al verdadero deseo de paternidad. “Debemos entender que ser padre o madre no depende de la edad que tengan los niños. Si logramos entender eso, veremos que aunque hayan pasado unos años podemos ser padres, no tenemos que empezar desde cero. Si de verdad lo queremos, podemos serlo de todos estos niños que están listos para dar amor y no necesariamente de un bebé”, expone la funcionaria.
Arias asegura que de la mano de los mitos anteriores, que surgen como producto del desconocimiento y la ignorancia, se sujeta otro, pero este producto del miedo. “Muchas familias temen decirle a un niño que es adoptado, entonces un niño de 6 a 9 años ya sabe que va a ser adoptado, en cambio a un niño de 1 o 2 (años) posiblemente no se necesiten decirle que va a serlo. Entonces, hay una serie de temores que van de la mano de eso: cómo le digo que no soy su verdadero papá, que no soy su verdadera mamá, qué va a pasar cuando pida ver a sus verdaderos padres y será acaso que cuando los conozca los va a preferir a ellos y me va a abandonar… de esto surge la mayor demanda (de niños pequeños)”, explica el profesional que también preside la Asociación Ecuatoriana de Bienestar Infantil.
Hacerle conocer a un pequeño que es adoptado es una parte a la que se debe comprometer una familia cuando acepta tener a un pequeño por esta vía, según asegura Urgilés. La representante del MIES refiere que en algunas ocasiones ha sido este el motivo por el que familias o postulantes deciden retirarse del proceso. Sin embargo, ese no fue el caso de Fernando y Elizabeth. Ellos decidieron que hablarían a su hijo con la verdad y de la forma más apropiada a su edad y su psiquis: a través de cuentos infantiles. Todo, porque quieren que su pequeño crezca conociendo lo que sucede y que no le afecte lo que pudiera decirle alguna persona malintencionada.
“Ha pasado mucho que la gente me pregunte varias veces si él es mi hijo y yo digo que sí, que es mío, y así lo voy a decir siempre porque no hay absolutamente ninguna diferencia en la forma en la que él ha venido al mundo, sigue siendo mi hijo”, afirma Elizabeth. Las diferencias raciales notorias han hecho que más de uno haga hincapié en su filiación por adopción, pero ellos no han permitido que les afecte.
Los 224 pequeños que hoy tienen declaratoria de adoptabilidad quisieran tener unos padres como Fernando y Elizabeth: unos que los defiendan, que los mimen y los cuiden, por ello, los pequeños se mantienen en un estado de expectativa constante. “Esa ilusión surge como un intento de salir de ese lugar (orfanato), el lugar del abandono, el lugar del desahucio. Esa ilusión genera psicológicamente un estado de ánimo de alta expectativa de querer ser parte de una familia, que me acoja, que me dé amor, que me quiera, que me haga sentir importante y que me haga sentir valioso”, explica Arias.
Altos niveles de ansiedad y de depresión, por ende, acechan a estos niños y adolescentes cuando cumplen su mayoría de edad y se encuentran a sí mismos rechazados por una sociedad que no los quiso por su edad, por tener hermanos en su misma condición o tener alguna discapacidad.
“Cuando empecemos a ver a nuestros niños, a nuestros primos, a nuestros sobrinos y nos damos cuenta que son pequeños aún a sus 10 años, que no pueden valerse por sí mismos, que necesitan de nosotros para desarrollarse y que necesitan de una familia, solamente ahí podremos ampliar los rangos de la adopción”, asevera la directora de adopciones. Para Urgilés, solamente al despojarse de los prejuicios, del qué dirán y de todos los mitos existentes, podrán existir más niños y familias que sean felices.
Desde su hogar, Fernando y Elizabeth no solo se han propuesto amar y defender al nuevo integrante de su familia frente a todo aquel que le quiera hacer daño, sino que también se han abanderado con la misión de invitar al público a adoptar. No desean guardarse la experiencia para sí mismos, porque no quieren ser los únicos en experimentar este tipo de amor filial que solamente es digno para quienes aman más allá de los perjuicios. (I)
En cifras:
- En el 2018, en el país se efectuaron 84 adopciones.
- De esas, 82 fueron nacionales y 2 internacionales.
- En la Zona 9 se hicieron más adopciones.
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