Comunidad
Escuela del bosque para hijos de los sin tierra en Ecuador
Mashpi, Ecuador – AFP
Viven en la selva lluviosa de la región del Chocó, de unos 187.000 km2 que se extienden por Panamá, Colombia, Ecuador y Perú. El bosque del Chocó Andino, una de las reservas de la biósfera del mundo ubicada en Ecuador, se ha convertido para hijos de agricultores que carecen de tierra en la escuela donde aprenden a relacionarse con la naturaleza.
El Chocó Andino, en el noroeste de la capital (distrito metropolitano de Quito), se extiende por 287.000 hectáreas, de las cuales unas 124.300 hectáreas están ocupadas por varias poblaciones con unos 20.000 habitantes. En la aldea de Mashpi, niños de entre cinco y 12 años dejan sus aulas un día por semana para asistir al bosque-escuela Pambiliño, montada en una propiedad privada con el objetivo de promover la conservación del medio ambiente. Sus padres, colonizadores que trabajan para finqueros con propiedades en el Chocó Andino, apenas tienen solares para montar sus humildes viviendas, algunas de bambú y madera.
"Son hijos de agricultores pobres que no tienen dónde sembrar sino es en terrenos ajenos", dice Liliana Reyna (30 años), una de las contadas profesoras del poblado, que cuenta con unos 150 habitantes y en el centro de un centenar de fincas. La educadora, que lleva tres años en la escuela estatal Río Mashpi, comanda el centro con una treintena de estudiantes a su cargo. Rodeada de una docena de párvulos de esta particular escuela de Pambiliño (que significa palma), María Emilia Arcos, de 33 años, señala que "la realidad de Mashpi es que son campesinos sin tierra. Es una comunidad de colonos y no hay ese vínculo con la tierra, con el territorio".
Arcos es la coordinadora de esta bosque-escuela creada hace tres años para brindar, en medio de esta reserva con gran biodiversidad, experiencias prácticas a los niños "para que aprendan directamente el estar en contacto con la naturaleza y no a través de libros".
Sus alumnos, que llegan a pie por fangosos caminos rodeados de verde vegetación, se dividen en dos grupos: uno decide ir a chapotear en el agua que se acumula en hondonadas abiertas a pala, y otro a preparar la comida para todos.
Al siguiente toca turno a los más grandes de Río Mashpi, quienes se adentran en el arbolado para identificar plantas y revisar cámaras-trampas que capturan imágenes de animales en estado salvaje. "Distinguen una bromelia de un camacho (planta tropical), y lo hacen jugando, relajados", agrega Arcos. Bajo el umbral de la puerta de su vivienda, Leydi González, de 21 años, manifiesta que su pequeño hijo "no solo aprende matemática e inglés sino también cómo vivir entre la naturaleza" al tener la oportunidad de visitar el monte. "Va tomando conocimiento de cómo sembrar un árbol, sobre la importancia que tienen los árboles para nuestra vida. Es un laboratorio natural. Vivir entre la naturaleza es lo mejor", añade.
Pambiliño es parte de una decena de bosques-escuelas integrantes de una red en poblados del Chocó Andino, que cuenta con el aval del ministerio de Educación.
La Unesco declaró en 2018 reserva de la biósfera planetaria al Chocó Andino. Con 12 tipos de bosques, es reconocida como zona de conservación y desarrollo sostenible, según el ministerio de Ambiente.
Alberga colibríes endémicos como el zamarrito pechinegro, osos de anteojos (en peligro de extinción), gallos de la peña, olingos, tigrillos y una gran variedad de insectos, anfibios y reptiles.
"La relación de los niños con bosque-escuela es mágica porque es totalmente diferente a recibir clases dentro de un aula y dibujarles la plantita. Allá pueden observar, tocar, experimentar, convivir y aprender a cuidar la naturaleza", indica la docente Reyna.
El Chocó Andino es de los pocos territorios en el planeta en los que el desarrollo socioeconómico de las comunidades tiende a una relación armónica con el entorno natural, de acuerdo con la cartera de Ambiente. (I)
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