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Don José Salas, el artesano ‘liliputiense’ convertido en artista con sus ‘esculturas de papel gigantes’: conozca dónde puede visitarlo en Guayaquil
Desde su primera escultura inspirada en ‘El grito’ de Edvard Munch hasta la presentación de ‘El nacimiento de Venus’, José Salas ha transformado los monigotes gigantes en una plataforma de difusión artística a través de sus "esculturas de papel gigantes”.
Gonzalo Herrera, especial para Diario Qué!
“Este año encontramos el primer año viejo gigante que hace un guiño a la historia del arte: una versión de ‘El grito’ de Edvard Munch (…) Al preguntar al hombre que lo acompañaba me indicó que lo hizo su hijo, graduado del ITAE (Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador)… en resumidas cuentas, si empieza a operar el ingenio de mentes ya cultivadas a nivel universitario los desarrollos futuros pueden ser impredecibles en sus alcances”.
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Estas fueron las palabras con las que el historiador y curador de arte guayaquileño Rodolfo Kronfle Chambers reseñó el trabajo de José Salas tras visitar su primera escultura de papel gigante en 2015. Aquella crítica resultó ser tan reveladora como premonitoria. No solo sugirió el nacimiento de una nueva alternativa creativa dentro del fenómeno social y cultural de los monigotes gigantes, sino que también vaticinó el alcance y la regularidad que marcarían la trayectoria de Salas en los años siguientes. Este año, José Salas ofrecerá al público su décima escultura de papel gigante: ‘El nacimiento de Venus’, obra del pintor renacentista Sandro Botticelli. Al igual que todas sus predecesoras, ‘El nacimiento de Venus’ será presentada en el cerramiento de su casa —ubicada en Medardo Ángel Silva, entre las calles 15 y 16— y dará la bienvenida a quienes, como cada fin de año, se aventuren en la ‘Ruta de los Gigantes’ en el suburbio porteño.
Aunque reconoce la popularidad y familiaridad del término ‘monigote’, don José prefiere llamar a sus trabajos por el nombre de ‘esculturas de papel gigantes’. “Ese es el nombre común, ese es el nombre que lo identifica”, dice con profunda y asimilada resignación. “Mi intención siempre ha sido la difusión del arte, que las personas lo conozcan; esa es la raíz de todo”, enfatiza don José.
Desde ese primer trabajo inspirado en ‘El grito’ de Edvard Munch, han pasado casi diez años de incesante producción artística de don José. Desde entonces, en ella encontró el punto de encuentro para conjugar la tradición local de los monigotes gigantes —colosales figuras construidas con periódico, madera y cartón, que recrean icónicos personajes del cine, la literatura y la cultura popular y se elevan en los cielos cableados del suburbio de Guayaqui cada fin de año— con la historia pictórica del arte contemporáneo. Para Salas, el objetivo ha sido claro desde el inicio: “hacer del arte algo más cercano a la gente”, comenta, “porque se sentía esa lejanía con la gente”.
La primera escultura, ‘El grito’, dejó una huella imborrable pese a la confusión inicial del público, que la interpretó de manera burlesca. “Le cuento que presento mi obra y la gente le puso cualquier nombre, se ganó muchos apodos ese pobre monigote”. “En ese momento fue un choque para mí, porque yo lo hice con una buena intención, no que parezca burla”, se sincera. A pesar de ello, don José encontró en la visita y crítica de Rodolfo Kronfle el orificio para respirar por la ‘herida’, interpretada por los comentarios burlescos del público. Aquella reseña resultó ser un analgésico que atenuó el ‘choque’ que generó en don José su primera exposición. “Esa crítica fue lo que mantuvo el equilibrio en el primer año”, admite.
El segundo intento en 2016, ‘Sonata africana’ de Vladimir Kush, fue un revés inesperado. “Créame: fue desastroso, fue desastroso, fue desastroso. Pasó desapercibida, nadie la recuerda”, comenta con desazón. Pero su propósito de acercar el arte al público le dio la fuerza para persistir. “Si no se dio esta vez, no pasa nada, igual hay que seguir”, reflexiona.
En 2017, la determinación y el esfuerzo de don José rindieron frutos con la presentación de ‘El beso’ de Gustav Klimt, la cual le permitió dar un giro de 180 grados a su ‘suerte’. Su obra no solo se hizo tendencia en redes sociales, sino que le abrió puertas mediáticas y lo posicionó como una figura destacada en la escena de los monigotes gigantes, llegando a atender a periodistas de El Comercio, El Universo y El Telégrafo, quienes lo buscaron para cubrir su escultura gigante. “De un año inadvertido a otro que fue un éxito, eso me dio tranquilidad”, concluye.
La trayectoria artística de José Salas refleja que la intención y la perseverancia son pilares fundamentales en su labor creativa. Según don José, “hay dos cosas, la intención que uno ofrece a un trabajo y la persistencia, porque uno puede tener las mejores intenciones, pero si se derrota rápido… ahí queda a medias”. Estas palabras encapsulan su filosofía, evidenciada en cómo superó las dificultades iniciales, como el escaso impacto de ‘Sonata africana’ en 2016, y persistió hasta alcanzar el éxito mediático con ‘El beso’ en 2017.
Su capacidad para convertir obstáculos en aprendizajes demostró que la intención, por más noble que sea, necesita del impulso constante de la perseverancia para florecer. “Todo fue dándose a medida que uno seguía avanzando”, comenta don José, destacando que su firme propósito de acercar el arte a la gente, combinado con un esfuerzo férreo, lo llevó a consolidarse como una figura clave en la difusión del arte en su comunidad.
Para don José, el arte es una herramienta para canalizar emociones, liberar tensiones y descubrir fuerzas insospechadas. “Eso es lo bonito de expresar algo a través de una herramienta. En esta época tan rápida, la fotografía, la pintura o la escritura nos permiten sentirnos más livianos”, afirma con convicción.
Para Salas, el arte no solo es expresión, sino una válvula de escape frente a las responsabilidades diarias. “Uno puede estar cansado, pero lo que le gusta está ahí. Cuando termina su trabajo piensa: ‘Wow, ¿cómo lo hice?’, y queda liviano para lo que venga después”, explica.
Esa sensación de libertad es, para don José, la esencia del arte. La clave, asegura, está en encontrar lo que realmente nos apasiona: “Eso nos descongestiona internamente”. Además, considera vital que los artistas compartan su trabajo con el mundo, mostrando su lado humano: “Está mal que un artista se oculte. No son cosas sobrenaturales, son cosas humanas y realizables”, concluye.
Talento Profesionalizado
A menudo, los artistas son erróneamente percibidos como autodidactas que, impulsados meramente por el talento innato, producen obras sin más respaldo que su imaginación y creatividad. Sin embargo, en el caso de José Salas, su recorrido profesional refleja un esfuerzo consciente por profesionalizarse, adquirir conocimientos académicos y perfeccionar su práctica artística.
Don José describe su recorrido académico como un camino lleno de giros inesperados y aprendizajes profundos. Desde su bachillerato en físico-matemático en el Colegio Aguirre Abad, una especialidad que nunca le interesó, hasta carreras como Publicidad en la Facultad de Comunicación Social (FACSO) y Arquitectura en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Guayaquil —a las que les dedicó 5 y 4 de su vida, respectivamente—, emprendió cada etapa buscando complacer expectativas ajenas, aunque con un "sinsabor" por querer “dar gusto” y “complacer” a otros.
El paso por instituciones como el Colegio de Bellas Artes y el Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE), de las cuales egresó con los títulos de artista plástico y artista visual con mención pintura, respectivamente, consolidaron su visión como artista. Para Salas, el ITAE no solo significó un cambio técnico, sino una revolución personal: "El ITAE cambió la forma de ver de uno, hizo ver más accesibles esas cosas imposibles y a tomar desafíos… fue un cambio de pensamiento".
"En la Academia también fue otro proceso purificador, porque ahí los profesores sí que lo critican a uno hasta decir basta. Entonces uno pasó por ese proceso, y yo algunas veces agradezco que haya pasado por eso porque sinceramente con mi segundo año yo me hubiera matado", reflexiona Salas, aludiendo al rigor y las exigencias de su formación académica.
Esa formación académica es un pilar fundamental de su trayectoria artística, como destacó Rodolfo Chambers en una crítica sobre su obra: "En resumidas cuentas, si empieza a operar el ingenio de mentes ya cultivadas a nivel universitario los desarrollos futuros pueden ser impredecibles en sus alcances".
Estos "desarrollos futuros" a los que se refiere Chambers se traducen en más de una década de trabajo incesante por parte de Salas, quien no solo busca expresar su arte, sino también cumplir una intención clara: demostrar que el arte es resultado de pasión y aprendizaje formal. "Imagínese cómo se han dado las cosas, un recorrido prácticamente a nivel académico extenso, conseguí lo que quería conseguir… Ese título sí me costó lágrimas", reconoce con orgullo.
Con una obra que entrelaza técnica, teoría y creatividad, José Salas nos recuerda que el arte no es improvisación, sino una construcción deliberada que se alimenta de la academia y del oficio.
Para don José, el proceso creativo no es solo un camino hacia un producto final, sino una experiencia vital, enriquecedora y generadora de identidad. "Yo soy creyente que algunas veces la parte interesante no es el producto final, algunas veces es el proceso", afirma con convicción, resaltando que esta etapa intermedia, a menudo ignorada, contiene el verdadero núcleo del arte.
El proceso artístico, según don José, no solo es una fuente de ideas, sino también un espacio donde el creador se encuentra consigo mismo. "En el proceso artístico podemos encontrar un mundo por descubrir, un mundo que se nos muestra, porque algunas veces yo haciendo mi proceso se me vienen otras ideas; el proceso es un generador de ideas", explica. Este viaje de prueba y error no solo ayuda a perfeccionar una obra, sino que también otorga una huella personal al artista. "Cuando no hay proceso no hay identidad; se pierde, se pierde, así de sencillo", subraya.
Don José detalla las fases específicas que sigue al crear sus esculturas de papel gigantes, un método que refleja su formación en arquitectura. "Primero los bocetos, segundo estructura, tercero modelado y el cuarto acabado", enumera. Cada etapa tiene un propósito esencial:
Estas fases, inspiradas por su trasfondo académico, no solo guían su técnica, sino que también conectan profundamente su arte con su identidad personal. "La forma de esquematizar la aprendí en arquitectura", comparte, destacando cómo el bagaje previo influye en el enfoque artístico.
Sin embargo, don José lamenta que muchas veces solo se aprecie el producto final. "Lastimosamente solo vivimos la experiencia de la exhibición, estamos acostumbrados a ver el producto final, pero nadie sabe lo que hay detrás de eso", reflexiona, recordándonos que detrás de cada obra hay una riqueza de pensamiento, esfuerzo y emoción. En su caso, el proceso es más que un medio: es el arte mismo.
(I)
Difusión del arte: piedra angular
Persistencia entre triunfos y fracasos
Intención y perseverancia: el corazón de la obra
Expresar a través del arte
El profesional y el proceso detrás de la obra
El proceso creativo
Catálogo esculturas de don José